Después de varias clases dedicadas a desarrollar el pensamiento de Descartes, vamos ahora a resumir sus ideas.
Descartes escribe el Discurso del Método en 1637. Su búsqueda se centra en encontrar un conocimiento firme y sólido (teoría gnoseológica) sobre el que fundamentar la realidad. El método matemático le parece el más adecuado para llevar a cabo esta empresa puesto que está basado en la deduccción (si el enunciado del que se extraen las conclusiones es verdadero, éstas también lo son, va de lo general a lo particular) y aporta un conocimiento seguro. La necesidad de tener un método (del griego, camino) no era una novedad. Autores como Bacon ya habían señalado que sin método difícilmente se llegaría a conocer cuál es la estructura de la Realidad (principio ontológico).
Las reglas del método quedan reducidas en esta obra a cuatro: evidencia, análisis, síntesis y enumeración. Tienen las siguientes características:
1. su aplicación conduce a un conocimiento verdadero;
2. Su objetivo es el orden y la claridad;
3. Van de lo simple a lo complejo;
4. Subrayan la necesidad del método;
5. Son universales;
6. Tienen una vinculación con las matemáticas.
La aplicación de estas cuatro reglas, nos lleva a dudar de todo lo que nos rodea, no sólo de las cosas materiales y de la existencia De Dios, sino de mi propio yo. ¿Pero por qué dudar? ¿Acaso no vemos la realidad tal y como es? Según Descartes tenemos tres razones para dudar: la falacia de los sentidos, la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño (recordad Matrix) y la hipétesis del genio maligno. Sin embargo, hay algo implícito e indubitable en esta duda: el hecho de ser un sujeto pensante (RES COGITANS). Si pienso, será que también existo (aunque todavía no haya demostrado mi propio cuerpo): COGITO ERGO SUM. Esta es una verdad captada por la intuición. Por lo tanto, cualquier enunciado que se asemeje a éste, que sea captado por nuestro entendimiento con claridad y distinción, será verdadero.
En este momento, Descartes se percata de la existencia de tres tipos de ideas: adventicias (provienen de los sentidos), facticias (construidas por mi mente, por ejemplo, la idea de unicornio o de una rana con pelos) e innatas (sobre las que se asienta nuestro conocimiento puesto que nacen conmigo). Dentro de estas últimas, está la idea de perfeccción, esto es, Dios, que no proviene de nuestros sentidos, porque nadie ha tenido la “experiencia” de Dios. Sin embargo, Descartes demuestra su existencia a partir de estas ideas, recurriendo a tres argumentos:
1. Argumento ontológico (ya lo había usado San Anselmo en el siglo XI): todos tenemos en nuestra alma la idea de un Dios perfecto. La existencia es una perfección. Luego Dios existe.
2. Argumentó basado en la causalidad: la idea de un ser infinito y perfecto no puede haber sido creada por un ser finito e imperfecto, porque la causa tiene que ser tan perfecta como el efecto.
3. Mi propia existencia: yo no he podido crearme a mí mismo, porque en ese caso me hubiera hecho perfecto. Por lo tanto, ha debido de ser Dios el que me ha creado.
Así, el Dios cartesiano (RES INFINITA) ya no es el Dios creador, Padre, que premia y castiga y que se revela a través de su hijo Jesucristo. Más bien se ha convertido en un DEUX EX MACHINA, esto es, en el dios de los geómetras que es creador del universo, pero que no interviene en su desarrollo. Es el dios que, al modo de un relojero, pone en funcionamiento el mundo y se mantiene a distancia.
Dios, que es absolutamente perfecto, no podría engañarme acerca del mundo que me rodea, por lo tanto, siguiendo la argumentación de Descartes, he de admitir que las cosas, los cuerpos y, en definitiva, el mundo material (res extensa) existe.
Desde un punto de vista ontológico, lo real se compone de tres sustancias: res cogitans, res infinita y res extensa, Cada una con sus modos (propiedades accidentales) y sus atributos (propiedades esenciales).
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