Muchos hablan del fin de la ciencia, fallecida de su propio éxito al cumplir del todo su objetivo de hacernos como dioses, conocedores del bien y del mal. Frente al humilde «yo no sé» de Szymborska, el arrogante «lo sabré todo» de Adán al comer la otra manzana. Newton dedicó muchos años a pensar por qué caen los cuerpos, reconociendo luego que solo llegó a saber cómo lo hacen. Pero hoy la ciencia se atreve a invadir las zonas más lejanas y recónditas de la penumbra del mundo, intentando saber, no solo por qué caen las cosas, sino incluso por qué existen. Hasta hay quien cree poder contestar a la súper pregunta de Leibniz, la que nadie se había atrevido a responder: ¿por qué existe algo y no más bien la nada?
Foto: manzanasfamosas.blogspot.com |
Al recibir su premio Nobel de Literatura, Wislawa Szymborska hablaba hace pocos días en Estocolmo de la actitud humilde que deben tener los creadores, resumida en «tres pequeñas palabras: yo no sé». Como ejemplo, decía que si Newton no hubiera tomado esa actitud, no habría comprendido el significado de la caída de la manzana; probablemente no habría hecho otra cosa que comérsela. El gran físico Richard Feynman estaría de acuerdo; según él, una de las bases de la cultura occidental es «el espíritu científico de aventura en lo desconocido, la convicción de que siempre hay algo incierto, es decir, la humildad del intelecto». Y, sin embargo, los enormes éxitos de las ciencias están llevando a muchos a creer que estamos ya muy cerca de comprender con totalidad radical las leyes de la materia, del conocimiento completo y absoluto del mundo. Así lo afirma el gran físico norteamericano Steven Weinberg en su libro Sueños de una teoría final.
Muchos hablan del fin de la ciencia, fallecida de su propio éxito al cumplir del todo su objetivo de hacernos como dioses, conocedores del bien y del mal. Frente al humilde «yo no sé» de Szymborska, el arrogante «lo sabré todo» de Adán al comer la otra manzana. Newton dedicó muchos años a pensar por qué caen los cuerpos, reconociendo luego que solo llegó a saber cómo lo hacen. Pero hoy la ciencia se atreve a invadir las zonas más lejanas y recónditas de la penumbra del mundo, intentando saber, no solo por qué caen las cosas, sino incluso por qué existen. Hasta hay quien cree poder contestar a la súper pregunta de Leibniz, la que nadie se había atrevido a responder: ¿por qué existe algo y no más bien la nada?
A. Fernández Rañada, «La sabiduría total al alcance de la mano», en ABC, 22 de diciembre de 1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario.
Saludos!