Descartes
es uno de los máximos representantes del Racionalismo, junto con Leibniz,
Malebranche o Spinoza. La Francia del siglo XVII está marcada por la
inestabilidad religiosa provocada por los continuos enfrentamientos entre católicos
y protestantes, que finalmente acaba en la Guerra de los Treinta Años, en la
que el propio Descartes participa como soldado.
Al
año de nacer, muere su madre, y algunos biógrafos llegan a afirmar que durante
mucho tiempo se apodera de él un fuerte sentimiento de culpa, si bien la causa
de la muerte nada tuvo que ver con Descartes, sino con un parto posterior. En
cualquier caso, esto nos da una idea de su fragilidad psicológica. Tenía un
carácter reservado e introvertido, que con frecuencia le llevaba a contentarse
con solitarios paseos en los que meditaba sobre su existencia. Tanto es así que
su padre solía llamarle “el filósofo” ya a temprana edad. Además, se dice que
tenía una salud muy débil y que este hecho le marcó toda su vida.
Descartes
estudia desde muy pequeño en el colegio de La Fleche, y allí tiene la oportunidad
de estudiar las doctrinas aristotélico-tomistas que seguían enseñándose en las
escuelas. Tuvo una vida acomodada, gracias a la herencia materna. Sin embargo,
y a pesar de que tiene que participar de la vida castrense en un par de
ocasiones, su objetivo va a ser el llevar una vida lo más tranquila posible.
Por esto, a excepción de algunos viajes puntuales, se va a trasladar a Holanda,
donde reside durante veinte años.
En
cuanto a su vida personal, sabemos que tuvo una relación con su criada, con la
que tuvo una hija que falleció a los cinco años. Descartes no pudo recuperarse
nunca de esta pérdida. En 1642, conoce a la princesa calvinista Isabel de
Bohemia, con la que mantuvo una relación epistolar hasta su muerte. Isabel fue
una mujer inusual en su época: hablaba seis idiomas (latín y griego incluidos)
y sobresalía en Matemáticas. Es probable que Huygens fuera su maestro. En su
correspondencia con Descartes abordó
temas filosóficos que, al parecer, pudieron ayudar al filósofo a perfilar y
matizar su pensamiento. Uno de los temas más recurrentes fue la relación entre
el alma y el cuerpo. La princesa no está de acuerdo con el dualismo cartesiano,
y su noción de alma inmaterial. Si el alma es inmaterial, no puede causar nada
en el cuerpo. Descartes le dedicó su última, obra, Tratado de las pasiones
(1649), en la que parece que
trata de responder a todas las preguntas de la princesa.
Cuando
la reina Cristina de Suecia lo solicita en la corte para que sea su instructor,
Descartes está pasando por un período de fama que empieza a perturbar su
tranquilidad. Por este motivo, acepta el puesto, esperando encontrar la paz que
tanto desea. Sin embargo, parece que el clima de Estocolmo no es el apropiado
para su frágil salud y muere a los pocos meses de una pulmonía.
Su
vida se desarrolla en una época de cambios que afectan a muy diversos planos. A
nivel político, como ya hemos señalado, se suceden los conflictos
eclesiásticos: por un lado, la reforma protestante; por otro, la contrarreforma
católica. Y como telón de fondo, la Guerra de los Treinta Años, que acabará con
la paz de Westfalia en 1648. La sociedad comienza a despertarse del dulce
letargo medieval y alza tímidamente su voz para cuestionar la autoridad. El
descubrimiento de América no sólo cambió la forma de comprender el mundo, sino
que también trajo importantes beneficios económicos. La imprenta ofrece por
primera vez la posibilidad de leer traducciones de los clásicos, también en las
lenguas vernáculas. Y por si toda esto no fuera suficiente, los intelectuales
se sienten amenazados por la nueva visión del Universo propuesta por Copérnico.
El giro copernicano marcará esta nueva etapa: se sustituye el criterio de
autoridad por la observación de la naturaleza. Por primera vez, la firme estructura
del mundo aristotélico-ptolemaico que había legitimado la escolástica durante
siglos, comienza a resquebrarjarse.
Descartes,
a pesar de su educación basado en los silogismos de Aristóteles y Tomás de
Aquino, no es ajeno a lo que ocurre a su alrededor. Su encuentro con Beeckman (1588-1637) en 1618, le marca profundamente en el modo de entender las matemáticas. Por otro lado, hay quien dice que en un viaje a Italia conoció a Galileo. Aunque
esto no está probado, sabemos que seguía de cerca los trabajos del científico,
y que él mismo publicó algunas obras bajo pseudónimo cuando llegaron a sus
oídos las noticias sobre la encarcelación de Galileo por el Santo Oficio. Como
él, Descartes piensa que la realidad es matematizable. Todo es susceptible de reducirse
a una estructura matemática que es intrínseca a la naturaleza misma. El ser
humano, por otra parte, se comporta como una máquina (mecanicismo). El saber,
que ya no es sólo teórico, empieza a encontrar un nuevo campo en el que dar sus
frutos: el pragmatismo en la ciencia busca cómo hacer la vida de los hombres
más cómoda y llevadera. Por ejemplo, la introducción de la pólvora desde China
y el desarrollo del armamento hará necesario un estudio exhaustivo de la
trayectoria de los proyectiles, para mejorar la eficiencia de los cañones. La
matemática se aplica a la Física y ambas ciencias se ponen al servicio de la
vida.
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