En el instituto Huerta del Rosario, la clase de 1º de Bachillerato C había empezado la mañana con una actividad especial en Filosofía: un debate sobre si debería eliminarse la asignatura de Religión del horario escolar.
Salvi, entusiasmado como siempre por todo lo filosófico, fue el primero en intervenir:
—Yo creo que podríamos sustituir Religión por Ética o Filosofía. Sería más útil para todos y nos haría reflexionar más críticamente.
Antes de que terminara de hablar, Jacobo soltó con ironía:
—¡Bah, si eso lo dice Salvi, seguro que es alguna fumada suya de Kant o Platón!
Elena, que estaba a favor de mantener Religión, respondió con voz firme:
—A ver, nadie está diciendo que no se pueda enseñar Ética, pero eliminar Religión es como decir que la espiritualidad no importa. ¡Al final acabaréis queriendo eliminar también la historia del arte por no ser “útil”!
Paula se encogió de hombros:
—Yo solo digo que, si nos ponemos a cambiar asignaturas así, la dirección se va a enfadar. Y ya sabéis lo que pasa si la dirección se enfada…
Miriam, con cara seria, intervino:
—Pues yo creo que deberíamos mantener Religión, porque justo el año pasado, cuando la mayoría de la clase la eligió, las notas generales subieron. Así que claramente es buena para el rendimiento.
Ousmane, más tranquilo, añadió:
—Y además, siempre se ha dado Religión en este instituto. Mis hermanos mayores la tuvieron, y sus amigos también. Si ha funcionado tantos años, ¿por qué cambiarlo ahora?
Lucía, que hasta ese momento había estado tomando apuntes, levantó la mano:
—Perdonad, ¿alguien se ha dado cuenta de que estamos cayendo en todas las falacias que Salvi nos explicó la semana pasada?
Salvi sonrió con satisfacción filosófica:
—Exactamente, Lucía. Y este ejercicio ha sido el mejor ejemplo práctico de por qué necesitamos más horas de Filosofía.
Todos se echaron a reír… incluso Jacobo.
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